viernes, julio 29

la princesa Paulina

Ayer hablaba con mi madre sobre lo que voy a hacer con mi vida. Ese es un tema recurrente en nuestras conversaciones, le preocupa un montón desde que empecé a tomar decisiones por mi propia cuenta (más o menos en la adolescencia, pero parece que ha ido empeorando con los años). Lo que yo no sé es si este asunto merece tanta preocupación; quiero decir, siempre he estado haciendo algo con mi vida. Ahora estoy haciendo algo. Ni idea si es bueno o malo, pero es algo y, supongo que de eso se trata todo.

El problema, aparentemente, es que mis opciones escapan un poco de los estándares tradicionales. Cuando mi madre me cuenta que se encontró con la madre de algún compañerito/a de colegio suele venir incluida la frase "está súper bien trabajando en blabla y viviendo en blablabla". Yo me pregunto qué será eso de "súper bien". ¿Está dedicándose a cosas que lo hacen muy feliz? ¿Encontró al amor de su vida? ¿Tiene una casa de lujo y gana un montón de dinero en su pega? Por lo general el estado se resume en mujer con trabajo estable, casa, marido y -ocasionalmente- hijos.

También me pregunto qué dirá mi madre cuando le toca hablar de mí.

Desde el punto de vista de ella, a estas alturas de la vida las alternativas son básicamente dos: buscarse un trabajo de verdad (creo que tratar de armar un negocio propio e independiente es un trabajo de mentira) o casarse con alguien que se haga cargo de resolverle a uno los problemas. Yo no sé qué es peor. O sí sé, más bien sospecho que lo peor es andar perdiendo el tiempo preguntándose este tipo de cosas. ¿Se supone que a los 31 uno al menos debería saber lo que quiere de la vida? ¿A alguien más le importan estas cosas? ¿Debería decirle al resto del mundo "no eres tú, soy yo"?

Aprovechando el impulso le pregunté a mi madre porqué no me advirtió desde el principio que el masho proveedor también era una opción. Es que siempre me insistieron tanto con el asunto de las notas, el estudio, el título, que lo otro me tomó un poco por sorpresa. Quizás habría sido más fácil si en lugar de eso me hubieran enseñado a ser simpática y a sonreir todo el rato. Sí, como las princesas.

Hoy, mientras lavaba platos, seguía pensando en las princesas. Últimamente la pregunta es si nadie me enseñó o si yo no quise aprender a cultivar la actitud Blanca Nieves: tranquilita esperando al príncipe que me rescate mientras cuido la casa y canto con los animales. Aunque no me queda claro si el se casaron y vivieron felices para siempre habrá incluído lavado de platos.

jueves, julio 28

la bruja Paulina

Pasó, no sé cómo, que mi ahijada otra vez estuvo de cumpleaños. Celebración, torta y regalos: tres razones para hacerla saltar de felicidad mientras yo pensaba que lo raro de los niños es que hacen evidente el paso del tiempo. Un día Sol no existía, al siguiente era un ser humano completo que lloraba exigiendo atención y ahora es una persona con su propia opinión sobre el mundo. Raro, ¿no?

La parte buena es que ya está en condiciones de conversar, cosa que la hace mucho más interesante. Ella pregunta y yo le respondo. Yo le pregunto y ella encuentra respuestas increíbles. Su único defecto es que sucumbió al encanto de las princesas Disney y aspira a convertirse en una. Y yo me siento un poco culpable por no haber pasado más tiempo con ella para mostrarle otras opciones. No sé si convencerla de que la vida de los piratas es mucho más emocionante, pero podríamos encontrar algún equilibrio.

Por supuesto que no quiero fomentar el asunto con regalos de cumpleaños rosados y brillantes. Qué manera de ganar plata el señor Disney con la imagen de estas señoritas que, como todos sabemos, originalmente estaban bien lejos del glamour hollywoodense. En fin, mucha teoría y declaración de principios pero la verdad es que en la práctica es difícil no caer en la tentación. Sobre todo cuando dos tercios de las tiendas infantiles son rosados y brishantes, uno compra a última hora y la felicidad de la ahijada está asegurada si en el envase de cualquier cosa hay una princesa con copyright.

Lo reconozco: en la librería me fui directamente a unas ediciones de lujo que irradiaban lucesitas y dulzura. Princesas para pintar. Cuentos sobre princesas. El backstage de los cuentos sobre princesas. Y (inserte aquí ataque al corazón en grado máximo) instrucciones para ser como una princesa. INSTRUCCIONES. En serio, un librito con lindas ilustraciones de la Cenicienta o Blanca Nieves más una lista de las características apropiadas a su carácter. La princesa ama a todos los animales. La princesa es muy dulce. La princesa siempre sonríe. SIEMPRE SONRÍE.

Ahí, justo ahí, me quise morir y aborté la misión compra de regalo. No pude parar de pensar si los editores de estos libros escogen frases al azar, como los horóscopos en los diarios, o si de verdad están pensando en formar una generación de amorosas, dóciles y sonrientes mujeres vestidas de rosado. Todavía sigo pensando si hay padres que compran a sus hijas manuales de instrucciones para garantizarles un futuro donde no importe si se sienten mal o si algo les molesta: ellas sonreirán siempre.


¿Estoy exagerando? ¿Soy yo o son las princesas? Claramente nunca leí un libro así de chica: vivo con cara de odio a la humanidad y sonrío sólo en situaciones de necesidad social porque aprendí que así la gente no se espanta. Pero tampoco es que ande todo el tiempo odiando a la humanidad, es sólo que la expresión se malinterpreta. No, los piratas no son un buen ejemplo. Ahora que lo pienso, la vida habría sido mucho más fácil con actitud de princesa.

Algo así le dije a Novio, saliendo de la librería. Y él, después de meditarlo unos segundos, respondió muy cortesmente que a veces le gustaría encontrar más mujeres así. Así, como princesas que siempre sonríen. Princesas que siempre sonríen, pensé yo, y justo en ese momento algo hizo click en mi cabeza. Algo como si un engranaje pequeño se hubiera salido de su eje, algo insignificante dentro de todo el sistema pero muy muy muy molesto.

lunes, julio 25

el block optimista

La mayoría de los blogs que leía se privatizaron o simplemente dejaron de escribir, así que estoy con delirium tremens de vidas ajenas. Me siento un poco sicópata reconociéndolo así, con tanto descaro... pero qué tanto, al final no es tan distinto a leer novelas o ver películas basadas en la vida real, claro que en dosis adecuadas a mi capacidad de concentración actual. 

Mientras buscaba nuevo material de lectura mi cabeza empezó a clasificar los blogs que encontraba. Mi cabeza suele clasificar todo, analizar todo, hacer teorías absurdas, en fin, una lata. Pero el punto es que la clasificación básicamente lleva:

1. El blog temático. Gente interesada en cosas extrañas y dispuesta a escribir sobre esas cosas. Desde las madres que cuentan detalladamente cada logro de sus hijos hasta los fanáticos de unas raras muñecas japonesas. Podría gustarme alguno sobre cocina o tejidos, dos habilidades que me encantaría tener pero que no me alcanzan ni siquiera para entender los post. Descartamos.

2. El blog pro suicidio, donde uno cuenta lo difícil que se le hace la vida y se desahoga y trata de hacer terapia cuando claramente debería irse a acampar a la consulta de un siquiatra. Sí, hola, aquí estamos. Puede ser una herramienta muy útil para liberar tensiones pero claramente es una lata leerlo.

3. El blog optimista. Aquí la autora (¿será que sólo las mujeres escribimos blogs?) cuenta lo maravillosa que es su vida, lo lindos que son sus hijos y lo perfecta que se ve su casa. Puaj puaj puaj de entrada, pero también me quedan algunas sospechas que aplican, de paso, a todo lo que es redes sociales. ¿Si lo estás pasando tan bien con tu novio, qué diablos haces con el computador encendido? ¿Y escribiendo un blog/twitteando/subiendo la foto a facebook? Por favoooor no insulte mi inteligencia. O quizás sí, insúltela no más porque parece que no me había dado cuenta que esa es mejor terapia que andar contándole los traumas a la estratósfera: crear una vida virtual de puras maravillas publicando que el novio tan amoroso otra vez trajo chocolates, que nos estamos riendo un montón en el bar con las amigas, que qué lata tener que esperar al peluquero para ese masaje que soluciona las puntas secas, galla.

Mi hipótesis es que si se escribe una y otra vez mi vida es bacán, al final uno termina creyéndolo. Como un mantra. Así que mi propósito los últimos días fue hacer un block optimista y empezar a contar cosas lindas como los kilómetros que caminamos por la orilla del mar el domingo, el hermoso bolso que compré y donde cabe absolutamente toda mi vida, o lo increíble que es la luz naranja que llega por el balcón cada atardecer. Jajaa sólo pensar en tanta dulzura me provoca dolor de estómago. Puaj puaj puaj para mí.

En fin, la moraleja del fin de semana fue que mi vida funciona mejor cuando me obsesiono con algo y aquí está mi block siempre disponible. Pero no puedo escribir cuando estoy realmente triste porque entonces no tengo ganas ni de encender el computador. Tampoco escribo cuando ando feliz por la vida porque, claro, estoy ocupada siendo feliz. Lo que hago, y esta es otra teoría absurda, es deshacerme de cosas que me dan vueltas en la cabeza, cosas felices o deprimentes. Me acuerdo de Harry Potter, de un aparato que usan los magos para guardar sus pensamientos y mirarlos desde afuera. 

Eso es. Lo que yo necesito es perspectiva. A veces pienso que debería rehacer amigos.

lunes, julio 18

ahorrándome el siquiatra

Mi problema, así en términos generales, es que no puedo ser feliz. No puedo no más. Y ahí es cuando la gente me dice que cómo es posible si tengo todo para ser feliz, que no puede ser que ande inventando estas cosas, que me deje de joder y mejor haga algo útil. Como si no ser feliz fuera una opción que uno elige voluntariamente para arruinarse la vida y, de paso, arruinársela a los demás. 

Yo creo que esto entra en el rango de las cosas que te tocan en la repartición de fábrica. Te toca el pelo oscuro, te toca astigmatismo, te toca la incapacidad de ser feliz. Si me hubieran preguntado, claro que habría elegido ojos funcionales y un carácter dulce, livianito y sociable. El pelo oscuro me gusta.

Mirando atrás, sin análisis detallado, me cuesta encontrar períodos de felicidad total. Total dentro de lo razonable, se entiende. Momentos felices sí tengo, muchos, pero siempre haciendo el esfuerzo para mantener apagada esa parte de mi cerebro que todo el tiempo anda augurando desastres. La angustia está ahí esperando que uno baje la guardia, como esa nube negra que sigue a los dibujitos animados y que al primer descuido les lanza la lluvia.

Si alguien cree que uno disfruta provocando la lluvia a propósito, bueno, seguramente nunca lo ha experimentado. Yo miro a la gente obesa y digo cómo es posible llegar a ese punto sin detenerse antes. Esto debe ser más o menos lo mismo.

En fin, a lo que iba: me cuesta un montón ser feliz. A veces me rindo y digo que no puedo, qué tanto, no voy a poder nunca y mejor no seguir forzando ese asunto. Otras veces digo que es sólo una mala etapa y trato de contrarrestarla obsesionándome con alguna cosa que hace callar las voces mala onda dentro de mi cabeza, o al menos les baja el volumen; así puedo canalizar la euforia trabajando, entablando relaciones normales con la gente y hasta riéndome un montón. Generalmente esto último coincide con el consumo de pastillas con estrellitas verdes.

Pero lo peor, lejos, es que la gente te diga que te dejes de joder porque no tienes motivos para ser infeliz. Es lo peor porque tienen razón, eso lo sé, si una cosa es andar deprimida y otra es volverse idiota. Tengo clarísimo que en mi vida está todo más o menos resuelto: necesidades básicas y las otras satisfechas, familia presente, novio, posibilidad de hacer lo que quiero, todas esas cosas que para muchos podrían ser hasta envidiables. Eso lo tengo claro y pienso en la gente que se enfrentó con una guerra en la esquina de su casa, la que no tiene qué comer, la que perdió un hijo, no sé, gente con miles de motivos para declararse infeliz y yo también me digo "deja de joder y dedícate a algo útil".

Y eso, me lo digo pero no sé qué más hacer. Diría que esa es la parte dolorosa de este asunto.

El camino fácil es quedarse ahí, sentarse y autocompadecerse, comer chocolates y ver mucha televisión. Lo ideal es pararse y seguir, pero el problema es que para eso hace falta energía que yo no tengo. Quiero decir, no sé si tengo muy poca energía o si toda la que tengo la necesito para aguantar las ganas de pegarme un tiro. O, a veces, de pegárselo a otros, tampoco lo voy a negar. De hecho, cuando aparecen en los noticiarios los vecinos de sicópatas asesinos/suicidas diciendo "nooo, si era súper tranquilo aquí en el barrio" siento que su perfil se parece mucho al mío y que mis vecinos dirían más o menos lo mismo sobre mí.

Pero a lo que iba: finalmente todo se traduce en falta de energía. Energía para ser feliz. Toda la que tengo la uso para salir de la cama en las mañanas y ahí se acabó, a esperar la noche para ver si al día siguiente las cosas mejoran. No hay energía para levantarse, para cocinar, para relacionarse con otras personas, ni se hable de trabajar o hacer algo productivo. La energía alcanza para sobrevivir y la gente viene a hablarme de ser feliz y hacer cosas útiles? Que se dejen de joder.

 

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