lunes, abril 4

oda a las estrellas verdes

La primera vez que tomé antidepresivos mis compañeritos de trabajo se pasaron un par de días preguntándome qué me pasaba que andaba tan acelerada. O hiperventilada. O rara. Creo que esa fue mi época más productiva en la pega: caminaba mucho por la oficina pidiendo opiniones y preguntando cosas, me concentraba fácilmente, terminaba rápido y no perdía tiempo pensando en la inmortalidad del cangrejo o en el sentido de la vida o en los motivos que tenía para estar ahí.

Era simpática, eficiente, estaba llena de energía y hasta me puse un poco sociable. Dejé de pelear con la gente y empecé a sonreir cuando otros criticaban porque sí. Salía con mis amiguitos, escuchaba mucha música, tenía dos trabajos y planificaba cosas. 

Pero de algún modo no era yo. Era yo con piloto automático, viendo como todo pasaba en una pantalla gigante y cámara lenta, desde una cómoda butaca reclinable sin derecho a reclamar. En verdad soy dispersa, con serios problemas de concentración y capaz de pasar horas cuestionáme porqué hago lo que hago. Tengo pésimo humor, serios problemas para socializar y una incapacidad absoluta de tomar decisiones. 

Entonces no era yo, pero todo resultaba más fácil. Piloto automático se levantaba por las mañanas, tomaba decisiones, elegía las palabras y reprimía el instinto asesino. Todo resultaba tan fácil que desde entonces la tentación es enorme. Sería muy fácil sentarme frente a un siquiatra para contarle sobre mis padres, mis problemas de pertenencia, mi incapacidad de asumir compromisos. Y al final de cada sesión salir aliviada con una receta en el bolsillo.

Sería fácil tomar una pastilla para la felicidad cada mañana, que me diera energía y callara las voces en mi cabeza. Y otra en las noches, para dormir de corrido sin soñar con todas las cosas debo hacer, o las que debí hacer y nunca hice. Dos cajas con estrellas verdes sobre el velador y la vida resuelta.

3 comentarios:

La Alejandrita dijo...

mmhh...
la ultima vez que miré el cielo de estrellitas verdes, no tenía pena
pero tampoco alegría, rabia, preocupación, interés, deseo...
o sea, una porquería de vida, estable, pero muy fome.

Val dijo...

yo tb pertenecí al club de la estrellta verde...pero en vez de ser más "estable", solo subí de peso y dormí más de la cuenta...

dejé la estrellita verde por un largo periodo de sesiones de terapia... largo, tedioso a ratos, pero efectivo... muy efectivo.

ahora, soy mas mesurada que antes... pero igual de lunática, y eso me hace feliz, porque soy yo...soy yo!

PauS dijo...

Toooda la razón. La decisión es dificilísima.

Sita Val, se la echa de menos.

La Alejandrita, hola!

 

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