martes, diciembre 7

auch

Escucho a The Strokes para mantenerme despierta. La oficina está vacía, es la hora de la siesta y por la ventana entra una brisa de lo más veraniega. No quiero trabajar. Estoy cansada, aburrida, con ganas de desaparecer un rato. Pero entiendo que no uno no se puede pasar toda la vida desapareciendo. Entiendo que es hora de afrontar las cosas. Entiendo, pero no quiero, Además me duele un poco la cabeza.

Cuando la oficina está vacía pienso en el pasado de esta casa como casa, o sea, antes que la convirtieran -con escaso sentido estético- en oficina. Me gusta imaginar una chica de la época, con corsé y muchas enaguas bajo el vestido, apoyada en la baranda de fierro forjado que hay sobre el alféizar de la venta, con la vista perdida en los campos que seguramente existían en lugar del edificio que ahora tapa el sol. La imagino asomándose para respirar algo de aire fresco y espiar si alguien se acerca, moviéndose al ritmo de The Strokes totalmente despreocupada porque finalmente su principal actividad en la vida es esperar que las cosas pasen.

Me asomo a la ventana pero no viene nadie. Subo el volumen de la música tratando de decidir qué clase de persona quiero ser, porque finalmente de eso se trata todo. Esperar en la ventana es muy cómodo pero también muy aburrido. Saltar al vacío provoca vértigo, incertidumbre y aumenta la adrenalina, y puede que abajo uno se encuentre un camión que transporta algodones o nada más que el cemento de la vereda.

Mirando hacia atrás siento que mi vida ha sido una alternancia de saltos repentinos y cómodas estadías más largas de lo recomendado. Lo bueno es que de una manera u otra he ido llegando a casi todos los sitios donde quería llegar. Lo malo es que a pesar de los años todavía no aprendí a tomar decisiones.

Quería escribir sobre lo agradables que han estado estos días sin calor, sobre el olor a frutillas que inundó las calles gracias a los vendedores y sus carritos de madera, sobre lo maravilloso que es llegar a la casa por las tardes y tomar helados con Novio mientras vemos Los Simpsons. Pero ya no puedo pensar en esas cosas porque mi atención está puesta en lo que viene. Y lo que viene es lo que yo quería que viniera, quizás no con las mejores condiciones pero en el fondo en el fondo sí es lo que yo quería. Entonces llegó el momento, hay que saltar, y me cuesta un poco soltar los fierros de la ventana.

- "Tengo miedo", le digo a Novio y le pido que me abrace y me diga que todo va a estar bien. Él me abraza y me dice que no me preocupe, aunque sabe que sé que las cosas no serán fáciles. Y los dos sabemos que si fuera fácil sería una lata.

4 comentarios:

Nika dijo...

Qué pasó?! O estás embarazada, o conseguiste pega nueva, o renunciaste sin tener nada firme entre manos... queee?????

Val dijo...

suerte en lo que venga... yo creo firmemente en que hay que HACER que las cosas pasen y no ser victima de las circunstancias, que es un lugar donde habitan muchos colegas...

al final, hay que despejar camino para que las oportunidades aparezcan y estando en el lugar equivocado no ocurre...

ve a por ello!

saludos

Marce dijo...

Qué pasoooooooooooooooooooooo?????

PauS dijo...

Noooo Nika, embarazo no!!! Sería una irresponsabilidad considerando las circunstancias económico-laborales... La opción es: c)saltando al vacío sin ninguna certeza. Grito de pánico y de alegría al mismo tiempo.

Colega, esa es la idea. A pesar de todo, me da mucho más miedo ser una víctima de las circunstancias toda la vida, y llegar a vieja y darme cuenta que no hice nada.

Alice, respira profundo, relájate, no es nada terrible. Creo que exageré un poco pero necesitaba sacar lo que me daba vueltas en la cabeza. Confío en que todo lo que pasa tendrá buenos resultados.

 

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