martes, noviembre 23

the ex walking dead

Hace un par de noches soñé con la casa donde vivía cuando era una joven y grácil adolescente. Nunca me gustó esa casa porque era demasiado grande, fría, húmeda y oscura, además en las noches crujía muy siniestramente. Por eso fue que después me obsesioné con las casas bieeeeen iluminadas y con harto sol, hasta que se me pasó la mano con mi departamento actual y ahora, entre diciembre y marzo, el único lugar soportable es dentro del refrigerador.

Pero eso no era lo importante. A lo que iba: en el sueño nos atacaba un ejército de zombies dirigido por una chica de pelo largo y vestido celeste que flotaba unos centímetros sobre el piso. Con mi madre tomábamos té junto a la mesa de centro y, cuando veíamos a los zombies entrar por una puerta, les abríamos la otra para que pasaran de largo. Luego cerrábamos bien para evitar que volvieran y seguíamos comiendo galletas y hablando de la vida mientras mi hermana veía televisión en su pieza sin enterarse de nada, como suele pasar.

Bien freack el sueño, lo sé. Creo que tuvo que ver un poco con esa nueva serie de Fox sobre zombies devoradores de gente, que aunque se ve bastante interesante yo me he negado a seguir porque para esas cosas soy muy niñita y después me asusto cuando no hay luz. Lo reconozco. Pero como también soy ñoña y obsesiva, estuve leyendo sobre la historia y me encontré con que los zombies no son tan relevantes como la forma en que los sobrevivientes tienen que organizarse, generar vínculos y generar una especie de sociedad nueva. Algo parecido a lo que pasa en Lost, o en El Señor de las Moscas, creo.

Pero ese tampoco era el tema, aunque igual me parece interesantísimo y creo que se puede aplicar a un montón de situaciones. Quizás luego vea "The walking dead", igual mi departamento apenas cruje y ahora no duermo sola. Ja. Nuevamente a lo que iba: no sé qué dirán los sicoanalistas pero más que una estrategia publicitaria de Fox (¡es cierto! ¡¡¡pasa en Futurama!!!) a mí me quedó clarísimo el mensaje de mi subconsciente, indignado por toda la basura que le he mandado a guardar en el último tiempo.


Y quién soy yo para ignorar a mi subconsciente, principal motor de las decisiones importantes que he tomado en la vida. Así que respiré profundo, decidida a volver a ser un walking alive (ja!) y recordé algo que siempre dice mi madre: como no se puede tener todo, es necesario priorizar. Así que fuimos priorizando:

Ítem 1: Salud mental. No puede ser eso de deprimirse cada vez que uno se mira al espejo, además tengo la extraña sensación de que es imposible controlar la vida si no se puede siquiera controlar el propio pelo. La peluquera tenía el pelo rojo y sólo me habló para preguntarme qué quería y si me gustaba el resultado. La amé. Lo malo es que mi nueva chasquilla imitación Summer Finn ya creció otra vez, así que estoy perdiendo un poco el estilo. Pronto habrá que volver sobre este punto.

Ítem 2: Sobrevivencia. A estas alturas el lector habitual sabrá que soy bastante tolerante con el desorden, pero hay tres cosas que no soporto en mi casa: la falta de comida, de platos limpios y de ropa limpia. Así que la ruta de la dueña de casa incluyó visita al supermercado, a la lavandería y un lindo fin de semana con Novio limpiándolo todo a conciencia. Agotador pero gratificante, hay que reconocerlo.

Ítem 3: El orden. Igual que con el pelo, creo que no se puede tener control sobre la vida si no se controla aunque sea un poco el entorno. Así que el fin de semana incluyó también la odiada y postergada tarea de ordenar el closet, que se estaba convirtiendo en una amenaza cada vez que abríamos sus puertas. Aunque en realidad era sólo mi parte: mis cosas habían iniciado una invasión silenciosa hacia la sección de Novio. Aprovechamos también de mandar a la bodega todos los implementos invernales (suponemos que terminará la bipolaridad del clima... ¿seremos demasiado optimistas?) 

Ítem 4: La vida. Aquí seguimos topando. Ahora que todo está un poco más organizado llegó la hora de tomar decisiones. Decisiones importantes porque ya somos adultos y no se trata de elegir nada más que un lugar para pasar las vacaciones. (Ahhh vacaciones... ¿qué significa esa palabra?) Como soy pésima en este ámbito, creo que es lo que he estado postergando con más entusiasmo hace ya harto rato, pero todo indica que inevitablemente llega el momento de decidir dónde trabajar, dónde vivir, cómo vivir... Y en eso estamos. Uf.

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