jueves, octubre 21

Novio en la ventana


Escena 1: Novio anuncia que no se siente muy bien y que le gustaría una sopita. Yo, que soy una excelente novia -y bueh... también pretendo practicar y practicar hasta desarrollar alguna habilidad gastronómica aunque sea básica- accedo a investigar el refrigerador y lanzarme a la aventura en la cocina.

Escena 2: Sopita lista en la mesa, previo esfuerzo sobrehumano con las ollas y el salero, pero Novio no aparece. Descubrió algo interesantísimo en internet, algo más importante que comer y que lo mantiene demasiado ocupado. Ante mi insistencia traslada su computador al comedor y se instala con una mano sobre el teclado y la otra en la cuchara. Por mi parte, empieza el oooodiiiooooooo.


Escena 3: Terminé mi sopa, partí a la cocina, limpié, ordené, guardé... y Novio sigue con su comida a medias. Le reclamo tanto que por un segundo deja de mirar la pantalla, revisa los restos y dice que quizás terminará más tarde porque ya está frío. ¡¡¡Quizás terminará más tarde porque ya está frío!!! Entonces yo miro la ventana que está a su lado -y además está abierta- y pienso que sería tan fácil agarrarlo y lanzarlo edificio abajo, no me costaría nada y sería la única forma de disminuir un poco toda la rabia que me llena los pulmones como si la respirara.

Cuando uno crece escuchando que los protagonistas de cuentos "vivieron felices para siempre" debería tener todo el derecho de demandar a Disney por publicidad engañosa. No po. El verdadero cuento empieza puertas adentro del castillo, cuando el príncipe se aburre de recoger los vestidos rosados que la princesa deja tirados por cualquier parte y ella le reclama porque él se pone a investigar su nuevo teléfono con conexión satelital de alcance hasta Saturno justo cuando está lista la comida que igual no quedó como la que prepara reina madre.

Guardando las proporciones -claramente no uso vestidos rosados-, con Novio costó harto el proceso de adaptación. Ahora parece que duró poco tiempo, incluso no puedo acordarme de los motivos que me hacían explotar cada dos segundos, pero sí tengo súper clara esa sensación de querer lanzarlo ventana abajo durante las primeras semanas que vivimos juntos.

Ahora ya me acostumbré a la mayoría de las cosas, hay algunas que me dan lo mismo y otras que hasta llegaron a gustarme, pero hay algo que todavía no supero y, la verdad, no sé si lo pueda superar algún día: Novio vive conectado a internet. Toooodo el rato. Sé que es su pega y que realmente se apasiona con el asunto, pero igual encuentro que es como mucho que lo primero que hace en la mañana es encender el computador y lo último de la noche es apagarlo. A veces ni eso, y todavía no aprendo a dormir con la luz de la pantalla sobre la cara.  Nos sentamos a comer, conversamos, vemos una película y el está ahí, mirando sus mensajes, revisando alguna página a medio construir, pensando en la manera de resolver alguna cosa con la blackberry, el ipad, el ipod, el ipeaod, lo que sea. 

Mi primera lectura fue que soy tan tremendamente egoísta que quiero la atención de Novio siempre sólo para mí. Pero al rato superé la culpa y concluí que no po, que si estamos juntos en esto mínimo transar un poquito y tratar de no enloquecer al otro con cosas que se pueden modificar.

Yo, por ejemplo, he hecho esfuerzos enormes para reprimir mis impulsos de repartir por todas partes ropa, zapatos, cartera, papeles, computador... Mi mitad de la pieza sigue contrastando un montón con su mitad de suelo despejado, velador impecable y cama perfectamente estirada, pero de verdad que todo el tiempo estoy pendiente de minimizar el efecto Taz que voy dejando por donde paso. 

También me he preocupado de superar esa pésima costumbre de guardar el disco que escuché en la caja del que voy a escuchar, costumbre que significa encontrarse con Calamaro cuando se busca a Metallica, y que fácilmente puede arruinar el humor de un melómano como Novio. Y, lo más difícil de todo, he trabajado un montón en mi tendencia autista que me desconecta de la realidad cuando leo, escucho alguna música o pienso en la inmortalidad del cangrejo, y que me lleva a casi casi golpear a la gente que llega a interrumpirme.

Entonces, si me he esforzado para superar mis extrañas tendencias, y también para no reclamar por la crema de afeitar sobre mi secador de pelo, por los papeles que quedan en los bolsillos de los pantalones sucios, no sé, ¿será mucho pedir que el computador se suspenda al menos cuando comemos? ¿que todos los aparatos electrónicos se suspendan mientras comemos?

¿O yo soy demasiado mala onda por andar pidiendo estas cosas? Hasta ahora el único equilibrio que he encontrado es que, considerando la altura, Novio se quede dentro del departamento pero todos sus juguetes con botones y luces de colores salgan por la ventana. Así que usted ya sabe qué pensar si un día camina por el centro de Santiago y le cae un teléfono ultramoderno sobre la cabeza.

4 comentarios:

Nika dijo...

Me encantò el relato! Pero si, es parte de la adaptaciòn. Para que lo tengas en cuenta: nada que interrumpa el diàlogo en una pareja puede ser inofensivo. Cuando vas a cursos sobre familia, matrimonio y demases se recalca siempre, como cosa super-bàsica, el tema de la comunicaciòn. Y, curiosamente, el momento de la comida (desayuno, almuerzo, merienda, cena o lo que sea) es EL momento para compartir. Algunas familias es el ùnico momento que tienen para estar todos juntos. Yo se que Novio y vos estàn en las preliminares, pero esto es solo un entrenamiento para los años venideros. Si de verdad piensan llegar juntos a los 90 años (xq no màs!) es importante ir sembrando buenos hàbitos.
Besho!

Flo dijo...

Mejor déjalo en recepción sin daños y lo paso a buscar.
De a poco, de a poco. Yo ya le enseñé a mi hombre a no colgar la toalla recién usada donde estaba como si nadie la hubiera usado, porque después me tocaba a mí húmeda, fría y pesada. Grrr.
Pasencia, en otras palabras.

PauS dijo...

Por un momento pensé dejar en recepción a Novio, aunque sin daños no lo garantizo. Je.

Nooo, qué pena. Si igual ha aprendido hartas cosas en este tiempo, era de los que no hacía absolutamente nada doméstico en su casa y se vino a encontrar conmigo... pobre. Lo que le falla son las habilidades sociales, aunque en esa materia no tengo mucho derecho a reclamar. Como dice mi madre, Dios los cría...

Y, bueno, en mi familia la comida siempre fue momento de reunión, y realmente odio comer sola, así que Nika, tienes tooooda la razón! Lo que estoy pensando ahora es el modo de enseñarle. Difícil.

María José dijo...

No importa que no te haga caso, pero DILE, enójate, que él cache que te molesta. Así no se acostumbra. Si le explicas bien, demás entiende... no? Pucha, si tiene algo urgente seguramente va a tener que tener el compu en la mesa, pero eso no puede ser todos los días po!

 

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