miércoles, octubre 6

el amor en los tiempos de Excel

Debería existir una ley que impidiera trabajar con sueño. Entonces uno podría irse a su casa cuando siente que sus neuronas no están en las mejores condiciones, y terminar al otro día las cosas pendientes. Lo malo es que así mis ingresos se verían considerablemente afectados, porque creo que la mayor parte del mes dejaría abandonado a don Excel y me iría a dormir. Es que tanto cuadrito me da sueño, y es grande la tentación de acomodarse en la silla y lanzarse a una siesta.

Para mantenerme funcionando, a veces miro los nombres de mis bases de datos y trato de adivinar cómo será la vida de esa gente. ¿Se imaginarán que en una oficina oscura hay una funcionaria con crisis vocacional que revisa, filtra y ordena sus nombres? Los veo preparando desayuno en sus casas, llevando a sus hijos al colegio, caminando hacia sus trabajos. Otras veces pienso que mi nombre también debe estar en alguna planilla por ahí, siendo manipulado por otro funcionario en una cadena interminable.

En esos momentos me acuerdo de Florentino Ariza, un notable señor a quien no le importaba dedicarse a una pega latera -que a pesar de mis esfuerzos ahora no puedo recordar, pero creo que era algo así como escribir información comercial para una compañía de barcos, o sea, fome a morir- porque esa misma monotonía le daba tiempo para ocupar su mente en las cosas importantes de la vida -principalmente la señorita de la cual se había enamorado-.

Lo raro es que siempre discutí con los defensones de Florentino Ariza, porque encontraba ilógico eso de tener un trabajo latero para poder pensar en lo que a uno le gusta. Yo necesito pensar y hacer y soñar y conversar sobre lo que me gusta. Algo que me ocupe las manos y la cabeza y ojalá el estómago. En serio. Cuando hago cosas choras, como escribir una entrevista interesantísima, siento que las ideas me salen de la guata. En fin, usted señor lector tiene todo el derecho a pensar que sufro cierto grado de locura y cambiar de blog.

El punto era que debo hacer algo que me entusiasme. Que me apasione. Que me haga creer el cuento todo el rato, no sólo en horario de oficina. O sea, está bien, necesito ganar un sueldo para poder vivir pero más que eso necesito una motivación para levantarme todos los días, y que no sea unicamente cobrar el cheque a fin de mes. Y hace rato que no me pasa.

Hasta donde me acuerdo, Florentino Ariza no se deprimía por su pega, sino que le agarró el gusto redactando sus notas como si fueran cartas de amor. A veces yo compro chocolates en la esquina. Y escribo cada vez que puedo. Y de repente mis correos de pega salen con un aire a post. Y claro que estoy buscando otra pega, pero todavía no tengo los resultados deseados.

Pero lo mejor de no ser Florentino Ariza es que no tendré que pasarme la vida esperando a Novio, porque si bien habría sido mucho más conveniente para él casarse con la médico del pueblo, ya decidió quedarse conmigo. Además, me da apoyo moral vía chat, me ayuda con las fórmulas de Excel cuando colapso y cada cierto tiempo me recuerda que esto es sólo un trabajo. 

Ya. Sé que no tengo tantos motivos para quejarme, si igual estudié lo que quería y la mayor parte del tiempo he trabajado en pegas que me gustan, cosa que no puede decir la mayoría de la humanidad. Pero no puedo dejar de preguntarme cómo lo hará el resto de la gente. Habrá algunos a los que les da igual, otros que se engrupen y dejan de tener vida propia, otros a los que sólo les importa el sueldo, otros que matan el tiempo pensando en la novela que escribirán algún día mientras timbran papeles en una oficina sin ventanas. 
 
Por cierto, encontré pésimo que la película fuera en inglés. ¿Por qué nos quieren hacer creer que los colombianos hablan inglés? ¿Tanto les cuesta a los gringos leer subtítulos?

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