lunes, julio 19

hipotermia

La última vez que tuve tanto tanto tanto frío como ahora fue hace más o menos 15 años, en Curicó. Mi abuela tenía un negocio en el centro y por alguna razón durante esas vacaciones de invierno la acompañé varias veces en las tardes. Comíamos algo así como donas artesanales que vendían en la panadería vecina -crema pastelera, baño de chocolate...- mientras tomábamos té y conversábamos al lado de la estufa.

Ese invierno empecé a amar profundamente las donas y las camisetas de panti y, además, mi abuela empezó a hablarme como adulto. Quiero decir, de igual a igual, no como las abuelas le hablan a los niños cuando les cuentan cuentos o les cocinan galletas.

Supongo que tiene que ver con que, a diferencia de los otros nietos, yo no crecí viviendo en su casa sino varios kilómetros más al norte, y con visitas no muy frecuentes que en realidad me aburrían bastante porque mis primas eran más chicas y mis primos tenían como principal ocupación golpearse unos a otros. Por eso, creo yo, de niña nunca tuve con ella la relación pegote que todavía tengo con mi otra abuela.
Y bueno, yo nunca he sido ni muy sociable ni muy amorosa.

No es que con la adolescencia me haya hecho más sociable o más amorosa. A veces creo que fue al contrario. Pero sí pasó que mi abuela empezó a hablarme como adulto, a comentarme los asuntos de la familia, a decirme los pro y los contra de alguna decisión que debe tomar, a contarme sobre las veces que sale con sus amigas y lo pasan de lo mejor.

Había olvidado un poco ese invierno hasta la semana pasada, cuando caminaba a mi departamento después de la pega y justo un segundo antes de morir de hipotermia pensé que nunca en mi vida había tenido tanto frío. Y después, mientras encendía la estufa eléctrica y preparaba una sopa para uno, me acordé de esas vacaciones. Puede que ese invierno las temperaturas fueran igual de bajas pero la casa de mi abuela siempre tiene la chimenea encendida y una cocina que constantemente produce puras cosas ricas gracias a las habilidades culinarias de toda la familia (menos yo). Y, claro, el frío en esas condiciones es otra cosa.

2 comentarios:

María José dijo...

Qué terrible el frío que hace, terrible.

Las abuelas son lo máximo, la mía murió hace poco. Es un lindo post Pau, me gustó mucho. A ver cuando yo me animo a escribir de mi abuela.

Gracias por la inspiración!

PauS dijo...

Qué pena por tu abuela :(

Las mías son lo mejor y me gustaría poder verlas más seguido :(

Y es verdad, hace tanto frío que me cuesta achuntarle a las teclas del computador... doble :(

 

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