lunes, agosto 2

la crisis del segundo año

Lo importante de hablar sobre Mariel, mi vecina universitaria, no era pelarla descaradamente como hice hace algunos días. Es que tengo algunos problemas para concentrarme y de repente como que se me arrancan las ideas. Lo importante era que, mientras tomaba más y más café para pasar de largo esa noche, Mariel me contó que había peleado con su madre porque no le da permiso para dejar su carrera y empezar otra.

- ¿Y a qué carrera te quieres cambiar?

- No sé... Es que estoy pasando por la crisis del tercer año- me explicó como si fuera lo más natural del mundo.

Y así fue como, a los 30 años y después de dos pasadas por la universidad, aprendí que cuando un estudiante llega al tercer año de su carrera, inevitablemente empieza a cuestionarse si tomó la mejor decisión del mundo y si no habrá por ahí otra profesión más interesante que la propia.

La verdad es que cuando yo estaba en tercer año andaba pensando en hartas cosas, menos en cambiarme de carrera; ya bastante me había costado averiguar que el periodismo era lo que quería y me habría dado una lata enorme volver a empezar de cero en otra cosa. Tampoco recuerdo que a mis amigos les haya pasado algo parecido, pero en realidad mi memoria es bastante pésima y no me atrevería a apostar.

El punto es que mientras estuve en la universidad tuve las cosas muy claras porque siempre había visto la vida como un juego de video de esos en los que vas pasando etapas, como Sonic o Mario Bros. Entonces mataba un par de marcianos, juntaba unas pocas monedas, evitaba caerme al agua con monstruos asesinos y listo*. Fácil y bonito, y vamos por la siguiente etapa.

Pero entrando al mundo real de la pega, los jefes, el sueldo que nunca alcanza y todas esas cosas, el asunto empezó a parecerse más a un juego de carreras, de lucha libre o de comandos, dependiendo del caso. Claro, estos son más entretenidos pero también, digamos, más inciertos. En los otros uno sabe lo que tiene que hacer y sabe dónde va a llegar si es que lo hace bien. Ahora puede pasar cualquier cosa.

Y no es que eso sea algo malo. Para nada. Debe ser que cuando uno va
saltando de roca en roca no se cuestiona tanto y salta no más. Pero cuando vas agarrando velocidad en una curva o ves cómo tu oponente te destroza a combos, empiezas a pensar si de verdad estás jugando el mejor juego o si no sería más recomendable probar con otro. Sobre todo cuando ya empiezas a manejar más o menos la técnica y el desafío se hace un poco latero.

Mirando hacia atrás me parece que, desde que empecé a trabajar, eso me pasa más o menos cada dos años. Cuando la pega ya no es taaan interesante como al principio, cuando ya no cuesta taaaanto hacer las cosas que pide jefecito/a, cuando las situaciones empiezan a repetirse como en el día de la marmota... Como ahora, jajaa. O también puede ser que no haya encontrado la pega ideal para mí (existirá?)

Podría apostar que Mariel entendió la mitad de las cosas que le conté sobre mi vida laboral. En realidad apenas yo misma las entiendo.

- ¿Y a qué trabajo te quieres cambiar?-, me preguntó al final.

- ...

Debe ser la crisis del segundo año.



*Probablemente la metáfora sea pésima porque nunca jugué mucho ni Sonic ni Mario Bros. ni ninguna de esas cosas. Pero se entiende la idea, no?

0 comentarios:

 

Blog Template by YummyLolly.com - RSS icons by ComingUpForAir